Auto de fe contra Bernardino de Benavides Mencafí


1578, mayo, 25, Granada.
Auto de Fe celebrado en la dicha ciudad en la fecha mencionada.
 AHN, Inquisición, leg. 1953.

Memoria de las personas que salieron al aucto de la fe que se celebró por este Santo Oficio de la Ynquisición desta ciudad y reyno de Granada en la Yglesia de Santiago domingo 25 de mayo, día de la Santísima Trinidad, de 1578 años.
Reconciliados (hay reconciliados y penitenciados)
Bernardino de Benavides Mencafi, morisco, vezino de Guadix; fue testificado por tres testigos contestes, que estando en el campo fuera de Guadix, donde estava un monton de piedras y dizen que se aparecen allí unas lunbres que dizen de Sant Torcuato, dixo el dicho Bernardino Mencafi, “aqui donde estar estas piedras murió un moro sancto y las lunbres que dizen que se aparecen que son de Sant Torcato no son de Sant Torcato sino deste moro sancto que aqui murió”; fue presso y a las moniciones no dixo nada, y a la acussacion dixo que estando en el lugar ya dicho, estava alli un mo­risco que guardava vacas y que el le havia preguntado si aquel majano de piedras que alli estava, si era el sepulchro de Sant Torcato y que el morisco le havia respondido que no era, sino que alli estava enterrado un moro que era un honbre bienaventurado y que con esto se fue a su
casa y que al cabo de algunos dias yendo a capa con otros pasaron por donde estava el dicho majano de piedras y que el havia dicho fulano me dixo, nonbrandole, que aqui estava enterrado un moro sancto y que los conpa­ñeros no le dixeron nada y que contando despues a un amo suyo le havia dicho que era menester confessarlo y que el lo havia confessado y que le havian dado por penitencia que ayunase todos los viernes del año que pudiese y  que diese dos hanegas de trigo en limosna y que ya la ha cunplido y que no dixo mas tocante a las lunbres y preguntado por la intención dixo que no lo creyó; hizose su proceso y persevero en esto y dio defensas y hecha la diligencia por la intención, confeso haverlo creydo y haver tenido la ley de los moros por buena desde que se lo dixo el morisco hasta que dixo las dichas palabras aunque no confesso haver hecho alguna ceremonia de la dicha ley puesto que le dixo un morisco como se hazia la zala y el ayuno de los moros: fue rescibido con habito y cárcel perpetua y galeras por seis años.
 
El doctor, Messia de Lazarte

El Licenciado, Mogrovejo
 
El nombre del acusado, Bernardino Mencafí lo hace originario de la aldea próxima al cerro Mencal, por donde tiene lugar el hecho señalado. Una anécdota nimia castigada con dureza desproporcionada. Tres testigos coinciden en acusar a un labrador morisco que ha declarado que quien hay enterrado en el lugar donde salen las lumbres milagrosas no es San Torcuato, sino un santo moro. El acusado confiesa que él lo dijo efectivamente, pero porque se lo oyó decir a otro pastor morisco. Afirma que ya lo confesó y mostró su arrepentimiento haciendo ayuno y dando a la iglesia dos fanegas de trigo, conforme le dijo el sacerdote.  Actualmente ya dice creer que quien está allí enterrado es San Torcuato.
 

El labrador es castigado a llevar sambenito, a cárcel perpetua y a trabajar seis años en galeras. Nadie puede sobrevivir  a estar seis años remando en una galera.

El documento provoca  varias reflexiones:

La primera es que se trata de un castigo severísimo para un delito leve. Una prueba de la inusitada violencia que recae sobre los moriscos después de la guerra de las Alpujarras, finalizada en 1571. El acoso terminará en 1611 con una solución definitiva, que es la expulsión de los moriscos; es decir, los descendientes de musulmanes convertidos al cristianismo, conversión que nadie creía que fuera sincera. Es cierto que muchos moriscos practicaban  una religión mixtificada, porque ellos mismos no eran conscientes de cuáles de sus creencias eran ortodoxas y cuáles eran transgresoras o sacrílegas.

También llama la atención el parecido del milagro referido, que de la sepultura del santo salieran lumbres, que guarda un parecido evidente con el milagro de la tumba de Santiago, descubierta por las luces que desprendía.

 

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