El misterioso atentado contra Pedro Antonio de Alarcón

Publicado en IDEAL (Granada), el 25/04/2013

Según noticia aparecida en el diario madrileño La Política el día 19 de abril de 1872, Pedro Antonio de Alarcón había sufrido unos días antes un atentado en la calle Duquesa de Granada. Un individuo se abalanzó sobre el coche, rompió el cristal de la ventanilla y disparó contra el escritor accitano, que tuvo reflejos para sujetar la mano del asesino y desviar la dirección del proyectil.

El suceso ponía un desenlace trágico a una historia comenzada un mes antes y que había aumentado en tensión de forma inesperada. En la prensa madrileña se referían a estos hechos como “lo de Granada”.  

En diciembre de 1871, reinando Amadeo I de Saboya, Sagasta  convocó elecciones para el día 3 de abril de 1872, y en la provincia de Granada se auguraban plácidas, no se esperaban sorpresas. Especialmente se daba por seguro que, a pesar de pugnar desde la oposición, Pedro Antonio de Alarcón renovaría por quinta vez su escaño de Guadix (En Guadix combate el gobierno al Sr. Alarcón, pero cada día tiene que cambiarse el nombre del candidato oficial, pues ninguno acepta una empresa tan difícil). En Albuñol se presentaba por el partido de Alarcón su amigo, el abogado Federico Hoppe, y el gobierno había llevado a este distrito nada menos que al Capitán General de Granada, don Antonio del Rey.

Pedro Antonio de Alarcón sufrió el 6 de de marzo la pérdida de la menor de sus dos hijas, Petra, de solo catorce meses, y, animado por su familia, decidió acompañar a su amigo Federico Hoppe en su reñida campaña.  El 19 de marzo los dos candidatos  tomaron una diligencia de La Motrileña en Puerta Real (desde donde ahora está el bar Enrique) y se dirigieron a Albuñol, donde se hospedaron en la casa de don Cecilio Roda, la cual  todavía está en pie, frente a la iglesia.

Allí, en Albuñol, la situación era totalmente distinta a la de Guadix. El ambiente era crispado y  Alarcón intentaba contemporizar entre los contendientes. Pedro Antonio de Alarcón, con su gracejo natural intervenía en las disputas convidando a vino, comida y tabaco a los interventores, que llevaban días sin ponerse de acuerdo. Lo hizo acompañando la invitación de unas quintillas al modo de los trovos alpujarreños: Sin que esto sea soborno/  caballeros, allá van/ chorizo, salchichón y pan/ recién salido del horno./  Solo suplico en retorno,/ presidente y secretarios/  hablo hasta con los contrarios,/ que durante esta merienda/ se olvide toda contienda/ entre amigos y adversarios. Por contra, el desabrido general Rey envió dos destacamentos a la ciudad para controlar las distintas sedes electorales y perpetrar uno de los célebres pucherazos del ministerio Sagasta-Romero Robledo.

El mítico viaje a caballo por la Alpujarra que Alarcón inmortalizó en su célebre obra duró diez días. El día dos de abril ya estaba en Guadix para asistir a la jornada electoral y pudo comprobar que se estaban produciendo irregularidades. Las elecciones lo sorprendieron con el paso cambiado. Trece matones (“escopeteros”)  anduvieron  amedrentando  al vecindario y cambiando las actas; y, aunque  fueron encarcelados por la guardia civil, el delegado del gobernador mandó que fueran puestos en libertad. El contrincante  de Alarcón era un desconocido en Guadix, Antonio Quevedo, que resultó vencedor. Pedro Antonio de Alarcón se apresuró a impugnar el escrutinio ante el gobernador, el doctor Alau. Escribe el día 10 en un telegrama: Escrutinio en Guadix, nulo. Delegado y tropa prendieron mis comisionados y falsificáronse actas. Entienden tribunales. Tengo documentación irrebatible. Soy diputado por 1.470 votos de mayoría, según datos oficiales. Curiosamente, en Albuñol su amigo Hoppe sí obtuvo su escaño sin peoblemas.

Hasta doscientas referencias podemos encontrar entre abril y agosto de 1872 a los acontecimientos de Guadix en la prensa madrileña que actualmente está digitalizada; todas de este tenor:

El hecho más grave y escandaloso de las más graves y escandalosas elecciones verificadas en España, es lo ocurrido en el escrutinio de Guadix. En el ministerio de la Gobernación y en el gobierno civil de Granada  existían datos oficiales por los que resultaba electo diputado el Sr. Alarcón por 3190 votos contra 1720 que obtuvo el Sr. Quevedo. Así las cosas, el día del escrutinio, el delegado del gobernador en Guadix ocupa el lugar del escrutinio con tropa, pone destacamentos en las avenidas de la ciudad, prende a los comisionados que llevan las actas de todos los pueblos del distrito a la Junta de escrutinio o se las arrebata y las enmienda, y en virtud de todos estos atropellos y del no menor cometido con el juez de primera instancia, los soldados y el delegado proclaman diputado al Sr. Quevedo por dos mil votos contra doscientos, que adjudican al Sr. Alarcón. Granada está escandalizada con este acto incalificable, cuanto ridículo, porque el Sr Alarcón tomará asiento en el Congreso como diputado por Guadix con solo presentar a la comisión de actas los certificados que posee de todos los colegios electorales. (La Época)

Calle Duquesa, 1
El 15 de abril siguiente se celebraban en Granada las elecciones al Senado y ahora los candidatos de la oposición estaban prevenidos. Las urnas estaban en los bajos del gobierno civil, en la calle Duquesa, y Pedro Antonio de Alarcón, como líder natural de los alfonsinos de Granada, dirigió la estrategia para evitar otra adulteración de los resultados. Escoge como cuartel general la  residencia del Sr. Lledó.  El palacio, situado en el número 1 de la calle Duquesa, junto a la plaza de la Trinidad, era bien conocido por Pedro Antonio de Alarcón, pues había sido sede de la tertulia de La Cuerda  allá  por los años 50, merced al mecenazgo de la señora de la casa, también escritora, Dolores Arráez de Lledó, que moriría un poco después, el 4 de septiembre, de cáncer. El gobernador Eugenio Alau (“desgobernador”, lo llama Alarcón) envía a la milicia para pedirle al señor Lledó que desaloje la casa, acusándolo de conspirador, pero el rico hacendado despacha a los policías. Finalmente “los compromisarios de la oposición, hábilmente dirigidos por los señores Alarcón y Mantilla” acuden a votar en grupos de diez para protegerse de los hombres armados que los intimidan.  Los cuatro candidatos de Alarcón salen elegidos; el partido ministerial obtiene 271 votos, por  670 la oposición. Esa misma noche, cuando se conocen los resultados se produce un tumulto en el Teatro Isabel la Católica, y el público acude al gobierno civil a reclamar la libertad de los presos políticos. El señor Alau dimite y huye furtivamente de la ciudad.  Al día siguiente, a plena luz del día, cuando Alarcón va a recoger los resultados, sufre el atentado.

El relato más completo de los hechos aparece en el diario La Política: Dirigíase nuestro amigo en carruaje al  gobierno civil, cuando un tal Félix Gómez, vecino de Montegícar, licenciado de presidio y complicado en la causa de robo a D. Bruno Ramírez, detuvo el carruaje, asomó la cabeza por la ventanilla y después metió  por ella el brazo, armado de un revólver, el cual asestó contra el pecho del señor Alarcón.  Logró este desviar el arma homicida, que el agresor dejó abandonada en la refriega, alejándose del teatro de ella con un puñal  en la mano, que blandía. No sabemos si después sería preso, aunque creemos que no, pues en el estado actual de Granada la impunidad está asegurada a los criminales, mientras que los inocentes son víctimas de los más brutales atentados, y hasta se prende a la justicia, como acaba de suceder con los jueces municipal y de primera instancia de Albuñol y el juzgado de Iznalloz en masa. Felicitamos al Sr. Alarcón por haberse librado de esta criminal tentativa, y hacemos votos por que no tarde en restablecerse el Imperio de la ley y de la justicia en Granada, ya que administrativa y políticamente la ha dejado perturbada para algunos años el bajá Sidi-Alau.

El día 4 de mayo presenta su reclamación ante la comisión de Actas del Congreso, reclamación que no es atendida. A la vez denunció la implicación en el atentado del general Antonio del Rey, ahora nombrado por Sagasta ministro de Guerra, que lo retó. El día 11 El Imparcial publica el fin del incidente: A consecuencia del altercado de que dimos ayer cuenta, el Sr. Alarcón envió dos amigos suyos al general Rey, el cual comisionó otros dos, y con intervención de los cuatro, el asunto ha tenido un término satisfactorio y honroso para ambas partes.

Antes de que se resuelva el atropello cometido contra Alarcón, un escándalo mayor termina con el gobierno de Sagasta: la corruptela de los dos millones de reales desviados del Ministerio de Guerra, ocupado precisamente por el general Rey. El gobierno clausura las Cortes sin dilucidarse la reclamación de Alarcón y sin que se condene al autor del atentado.

Pedro Antonio de Alarcón renuncia a presentarse a las siguientes elecciones, convocadas para el día 24 de agosto de 1872, al estar en desacuerdo con el devenir del Régimen que él mismo había contribuido a crear interviniendo personalmente en la batalla de Alcolea; como él decía castizamente “se me ha ido la burra”.  Posteriormente, durante la Restauración de Alfonso XII,  Alarcón reanudó su carrera política como senador por Granada durante tres legislaturas.

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