Don Miguel Gutiérrez Jiménez, ni escombro ni sacristán.

Publicado en IDEAL (05/01/2015)

Colegio Bartolome y Santiago. Antiguo Instituto
Se jactaba Ángel Ganivet de haber disfrutado de excelentes profesores en el Instituto Provincial de Granada, y añadía con típico masoquismo granadino que después no quedaron “más que escombros y sacristanes”. Quizá lo diga resentido por haber suspendido las oposiciones, porque el  instituto de Granada siempre disfrutó de un alto nivel de profesores, como la mayoría de institutos públicos del XIX. Valga como testimonio esta breve semblanza de un profesor: don Miguel Gutiérrez.
Miguel Gutiérrez Jiménez nació en Los Gualchos en 1847. Estudió bachillerato en el Sacromonte y en 1868 se graduó y doctoró en Filosofía y Letras.

Duquesa de Santoña

Sus poesías adolescentes le valieron una orden de prisión como “conspirador en verso”, por lo que se marchó a Madrid, donde encontró la protección de Pedro Antonio de Alarcón, quien le abrió las puertas de los medios periodísticos de la capital, especialmente en “La Ilustración Española y Americana”, donde firmaba crónicas sociales con el seudónimo “Cualquiera”. También colaboraba con cuadros históricos y de costumbres, y poesías. A instancias de Alarcón escribió una oda dedicada al gesto del general carlista Cabrera  de reconocer como rey a Alfonso XII que obtuvo gran repercusión. Seguramente también influyeron razones de paisanaje en que  trabajara como secretario de la poderosa  duquesa de Santoña, doña María del Carmen Hernández y Espinosa de los Monteros, natural de Motril, esposa del poseedor de  la tercera fortuna de España. Pero el carácter reservado, ácido a veces, y displicente del escritor le hacía sentirse  incómodo ante las exigencias sociales de esta profesión, al servicio de la motrileña, que era hiperactiva, enérgica y de carácter arrollador. Rodolfo Gil  describe al entonces publicista como “incansable en la investigación”, pero en el

ámbito social “indolente a veces, como buen andaluz”. Miguel, aconsejado por su hermano Federico, decidió abandonar los salones palaciegos y  dedicarse a la enseñanza.
Federico Gutiérrez
Federico Gutiérrez era catedratico de Fisiología de la Facultad de Medicina de Granada, de la que fue Decano. También fue Rector de la Universidad de Granada e integrante de la sociedad Fomento de las Artes.
Ganó  las oposiciones de catedrático de Gramática Latina y Castellana, que luego permutó por Retórica y Preceptiva, y ejerció en Teruel, Segovia, Cabra, Jaén, Córdoba y Granada.
Precedido de su fama literaria, intervenía activamente en la vida cultural de las ciudades donde vivió, y dejó huella con innumerables colaboraciones en la prensa local . Recogió sus primeras poesías en el libro “Albores”, lleno de temas granadinos: hay poemas dedicados a la Alpujarra, a la Fuente del Avellano, leyendas moriscas y dos dedicados a su antiguo padrino, Pedro Antonio de Alarcón, que muestran alguna censura a su obra, lo que le vale la reprobación de Vicente Barrantes, autor del prólogo de la obra, que tiene un tono inusitadamente severo.
Miguel Gutiérrez Jiménez 
En Cabra, donde encontró el inestimable apoyo de su amigo Juan Valera, fundó una academia cultural muy activa, el Lekanaklub; estando en Jaén prologa la obra de Alfredo Cabazán “Cosas de antaño” (1892), y el mismo año, escribe el manual de Retórica “Arte literario”; en Córdoba preparó sendos estudios de Juan de Mena y de Góngora, publicó su obra “De omni re” y dejó huella su esfuerzo por organizar los libros amontonados de la biblioteca del instituto y  por fomentar su aprovechamiento. En 1897 obtuvo plaza en el Instituto Provincial de Granada, por permuta (irregular, por cierto) con quien había atendido la cátedra  durante los veinte años anteriores, don Joaquín María de los Reyes García Romero. En Granada este hombre pusilánime vivía con la familia de su hermano en la calle San José Baja.

Al cambiar el plan de estudios, y emprenderse el estudio de Lengua e Historia de la Literatura escribió sendos manuales de  estas asignaturas. En “El Defensor de Granada” y en “La Alhambra” dejó una erudita historia de la literatura de Granada. También fundó y dirigió la revista literaria “Idearium”, evidente homenaje a Ángel Ganivet, y desde la que a lo largo de sus treinta números se esforzó por abrir la poesía granadina al modernismo, aunque, como afirma don Emilio Orozco, no tenía “edad ni temperamento para impulsar la renovación poética”.  También colaboró activamente en El Liceo y en el centro de educación de adultos El Fomento de las Artes pronunciando numerosas conferencias.
Entre los alumnos de la última promoción a la que dio clase se encontraba García Lorca, alumno suyo en los cursos 1911-12 y 1912-13. Como es sabido, por su carácter y por su dedicación a la música, Lorca no fue buen estudiante y tiene un expediente muy mediocre. Pero obtuvo Notable en las asignaturas que le impartió don Miguel quien acertó a transmitir al niño distraído de la última fila el entusiamo por la poesía. Involuntariamente Lorca dejó una imagen deformada del ilustre profesor al describirlo (aunque sin nombrarlo)  como un viejo enloquecido recitando romances a la carrera y a voces por la clase y la galería del instituto seguido del tropel de alumnos. 
Miguel Gutiérrez, colaborador de El Defensor de Granada

Don Miguel es el puente que conecta a Alarcón, Ganivet y Lorca.
Como de todos es conocido, los institutos de segunda enseñanza  se crearon durante el periodo liberal del reinado de la reina Isabel II, en 1845. Estos institutos  se convirtieron en  focos dinamizadores de la cultura de las ciudades  que los acogían, incluso en el caso de, como Granada, estuvieran a la sombra de la Universidad. Los institutos sacaron la cultura de las manos de la Iglesia y supuso un esfuerzo por democratizar la educación.

Al  frente de cada asignatura había un catedrático, que accedía al cargo por oposición. Como en el caso de don Miguel, su dedicación a la cultura sobrepasaba las aulas. Sirva este artículo de reconocimiento a tantos profesores entusiastas que, desde la creación de los institutos han contribuido a mejorar la cultura cívica de ciudades como Granada.

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