Perícopas de Ángel Ganivet
Al terminar la paramera de los Llanos del Marquesado, el autor contempla
a Guadix; y la visión de la Sierra coronada de nieves, de los torreones
moriscos teñidos de oro, de las torres cristianas batidas de azul y de
las huertas y caserios que pueblan el valle en que se asienta le hacen
decir: Guadix es una Granada chica. Si algún día se hundiera la Alhambra y se acabara el Albayzín, tendriamos que emigrar a Guadix...
Así,
en el hombre lo de menos es seguir estos o aquellos estudios, dedicarse a esta
o aquella profesión; lo de más es ser hombre, y para serlo hay que tener
encendida la fragua. ¿Cómo se consigue esto? Muy fácil: dándole al fuelle. La
fragua del hombre está en el cerebro, y el fuelle es la palabra.
Nosotros, para distraernos, necesitamos ante todo un santo y un olivo.
(Viajes románticos de Antón del Sauce, del cofrade Nicolás María López)
Ya
sabéis que amo el aire sano y la luz natural, el agua cristalina y el arte
puro. Para mí, la verdadera civilización es la que florece en medio de la
Naturaleza.
Alarcón era un escéptico, y escribió como un creyente.Nosotros, para distraernos, necesitamos ante todo un santo y un olivo.
Si
voy a decir la verdad no he comido más que aceitunas, que me gustan al perder
desde pequeño; y aun os he de declarar que este plato, andaluz por esencia, por
ser nuestro suelo el más olivífero del mundo, es mi plato favorito, y os lo
recomiendo porque desarrolla la energía cerebral con caracteres originales. Los
grandes filósofos griegos fueron devotos de la aceituna.
Juntos
nos encaminamos, dando un paseo, a la fuente del Avellano, donde aquella tarde
había asamblea literaria. No era una reunión casual, puesto que los poyos de la
famosa fuente Agrilla estaban ya en aquella sazón lustrosos y un tanto
desgastados de prestar servicio a los literatos y artistas granadinos, que
habían convenido en reunirse allí todas las tardes para beber agua pura y
fortaleciente y hablar de todo lo divino y lo humano con la apacible serenidad
que infunde aquel apartado y silencioso paraje.
volví
a reunirme con mis amigos en la Puerta Real cuando ya iba a salir la
diligencia.
La fachada de la Capilla Real, cuyo estilo es más
delicado y de remates más finos, está favorecida por lo estrecho y umbroso del
paraje
Nuestra catedral, mirada de frente, exige que nos
pongamos a distancia, y pierde gran parte de su majestad porque su ángulo más
macizo está enclavado en la parte más estrecha: el Pie de la Torre
Su estructura antigua, que es la
lógica, obedece a la necesidad de quebrar la fuerza excesiva del sol y de la
luz, de detener las corrientes de viento cálido: por eso sus calles son
estrechas e irregulares, no anchas ni rectas
Uno de los parajes más pintorescos
de Granada es la parte descubierta del Darro
No he visto ríos cubiertos como
nuestro aurífero Darro, y afirmo que el que concibió la idea de embovedarlo la
concibió de noche: en una noche funesta para nuestra ciudad
Lo místico
es lo español, y los granadinos somos los más místicos de todos los españoles,
por nuestro abolengo cristiano y más aún por nuestro abolengo arábigo
Lo costoso
es enemigo de lo bello, porque lo costoso es lo artificial de la vida: en un
país donde abundan los naranjos, una casita blanca en medio de un naranjal,
sirviendo de contraste, es una obra artística
La naturaleza dotó nuestro suelo con espléndida vegetación, y nuestro
primer movimiento fue aprovecharla, y nació lo que es típico en nuestra
arquitectura: el enlace de las construcciones con las flores y las plantas
Nuestra
huerta es la huerta humilde; nuestra casería es tan sobria y adusta como los
cigarrales de Toledo; nuestro carmen es una paloma escondida en un bosque
Esa mujer
que riega sus macetas a la ventana, ese hombre que arroja brochazos de cal a
las paredes de su casuca, hacen más por nuestro arte que el señorón adinerado
que manda construir un palacio en que se combinan estilos estudiados en los
libros y que nada nos dicen, porque hablan una lengua extraña que nosotros no
comprendemos
El embellecimiento de Granada no exige muchos monumentos, porque tenemos ya
un gran renombre adquirido en todo el mundo con nuestra Alhambra
La idea
universal es que la Alhambra es un edén, un Alcázar vaporoso, donde se vive en
fiesta perpetua
Existe un hecho
evidente para todo el que tenga ojos en la cara: que la vida de las ciudades es
más bella cuando la mujer acompaña al hombre en todos sus quehaceres, que
cuando las mujeres están encerradas en casa y los hombres solos en las oficinas
o comercios o industrias o en la calle
Prosaico
nos parecerá que las jóvenes hagan su aprendizaje en un oficio o en una
profesión, y se preparen a vivir por cuenta propia, sin esperarlo todo del
hombre; pero hay en ese movimiento una promesa de poesía futura: la de la mujer
con voluntad, con experiencia, con iniciativa, con espíritu personal, suyo,
formado por su legítimo esfuerzo.
Demos un largo paseo
desde el de la Bomba hasta el de los Tristes. Los Salones nos producen una
sensación apacible
En el barrio de San
Cecilio hay una plaza con carácter, el Campo del Príncipe y la unidad la dan el
Cristo de los Favores y principalmente la iglesia parroquial que se entrevé en
el arranque de la cuesta
La Plaza de la Mariana,
sitio al que yo le tengo voluntad por haber vivido allí cuando muchacho. Aún
recuerdo con gusto los tragos de leche con que me obsequiaban las cabreras que
allí van por las mañanas
Empezamos a
disparar nuestros proyectiles en la esquina del Callejón del Pretorio, lugar
estratégico hábilmente elegido por los jefes, pues desde él se podía realizar a
la perfección aquello de tirar la piedra y esconder el brazo; los de nuestra
bandería se asomaban a la explanada de los Escolapios y después de disparar
volvían a esconderse en el Callejón y a prepararse de nuevo; mientras que los
contrarios no tenían más parapeto que la baranda del puente o los árboles del
Violón
yo iba a mi
congregación y en lugar de meterme en la Iglesia de San Cecilio me quedaba en
el Campo del Príncipe, jugando con los muchachos y aprendiendo sus picardía
« -Iré a parar -me dijo- adonde fui la última vez
que vine a
Granada cuando mi hermana murió. La casa no es de muchas campanillas, pero la
conozco, y sé que doña Pilar me admitiría, aunque no tuviera sitio y se viera
obligada a echar a la calle a su yerno.
-¿Está
esa casa en la calle de Párraga? -le pregunté-. Pues entonces la conozco de
sobra. Como que iba a estudiar con unos compañeros que vivían allí; hace de esto la friolera de quince
años. » Probablemente se refiera a la fonda donde se hospedaran Piot y Teophile Gautier
(1840), que quizás sea la llamada La Corona
Pío Cid, aunque eran más de las diez de la noche, pues el tren había llegado con retraso, no
quiso acostarse sin estirar las piernas, y como era gran andador, dio un largo
paseo de dos horas. Echó por los Salones, subió por la Cuesta de Molinos,
Vistillas, Caidero, a la Alhambra; bajó por la Cuesta de los Muertos, y entró
en la ciudad por la Carrera de Darro, tan campante como si nunca se hubiera
movido de la población.
Yo había invitado también a algunos amigos míos, con los que nos reunimos en el Centro
Artístico, y les presenté a Pío Cid, a quien ninguno conocía. Sólo Feliciano
Miranda, que era de la misma edad, le recordaba como antiguo condiscípulo, y
aunque no le había tratado, porque Pío Cid no tuvo nunca estrechez con nadie,
nos habló muy bien de él y nos aseguró que había sido un estudiante aventajado.
Además de Miranda, vinieron con nosotros Paco Castejón, Perico Moro, los dos
Monteros y el viejo Gaudente, con lo que nada faltó para que pasáramos la tarde
divertidísima. Casi todos mis amigos eran literatos y artistas de fama, de
suerte que la comida se pasó discutiendo sobre literatura, y en particular
sobre la magna cuestión del colorismo en el arte. Para los postres estaba anunciada
la lectura de artículos y poesías de casi todos los comensales.
la
mayor parte de los allí reunidos tenían que ir al carmen de los Monteros, donde
había organizado para aquella noche un baile popular. Pío Cid, Raudo y yo nos
separamos de la reunión y nos fuimos un rato al café.
Cerca
de las diez de la noche serían cuando llegaron a las faldas del Veleta, a un
sitio donde el tío Rentero sabía que había unos corrales cercados, hechos de
pizarras, donde se podía pasar la noche al abrigo del viento, bien que aquella
noche, por fortuna, sólo soplaba una ligera brisa.
Descansaron,
por fin, de la larga jornada; y aunque los famosos corrales, que sin duda
debían servir de guarida
a los pastores que vienen en verano, estaban arruinados y no eran más que
montones de piedras, el tío Rentero arregló un poco uno de los rincones, y con
algunas lajas grandes formó una especie de techado, bajo el que extendió las
enjalmas de las bestias y su desmedrado capote, que en aquellas circunstancias
valía tanto como un colchón de plumas.
Luego
se apartó unos cuantos pasos en busca de unas neveras que estaban algo más
arriba, y siguiendo el curso de un arroyo llegó al sitio donde el arroyo nacía,
de un quieto remanso acariciado por el continuo gotear de la nieve. Entonces
sintió el deseo de bañarse en aquella pila, cuyo fondo de granos de arena, al
través del agua pura y tranquila, y a la luz clara de la luna, parecía una
labor de primoroso mosaico. El tío Rentero, que vino a ver en qué se entretenía
su amo, comenzó a hacer grandes aspavientos cuando le vio desnudarse y meterse
en aquel agua friísima
Vino
a buscarme y juntos nos encaminamos, dando un paseo, a la fuente del Avellano,
donde aquella tarde había asamblea literaria. No era una reunión casual, puesto
que los poyos de la famosa fuente Agrilla estaban ya en aquella sazón lustrosos
y un tanto desgastados de prestar servicio a los literatos y artistas
granadinos, que habían convenido en reunirse allí todas las tardes para beber
agua pura y fortaleciente y hablar de todo lo divino y lo humano con la
apacible serenidad que infunde aquel apartado y silencioso paraje.
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