HISTORIETAS LOCALES. 1 LOPE DE FIGUEROA (1542-1585), MALHABLADO Y JURADOR


Dice Pedro Antonio de Alarcón que es Guadix “tierra clásica de revoltosos y guerrilleros”. Si alguien representa este tipo de accitano pendenciero  es, sin duda, don  Lope de Figueroa.
Lope de Figueroa nació en Guadix hacia 1542. Hijo segundón de Francisco Pérez de Barradas y Leonor de Figueroa, los primeros habitantes del palacio de Peñaflor,  dedicó su vida desde muy joven a la milicia. A los dieciséis años se fugó de su casa para alistarse en el tercio de Milán. Intervino en las guerras de Italia, Túnez, donde estuvo cautivo cuatro años; Flandes, Alpujarras, isla Terceira  y Lepanto.


 Pronto se hizo lugarteniente inseparable de don Juan de Austria, que le otorgó el privilegio de ser el oficial encargado de informar oficialmente a Felipe II en El Escorial de la victoria de Lepanto, relatarle los pormenores de la batalla y hacerle entrega de la bandera de la galera sultana turca. También trajo a España los restos de don Juan de Austria, muerto en Flandes. Tuvo que atravesar Francia de forma clandestina, previamente deshuesado el cadáver y asado para que no  se corrompiera.
Lope de Figueroa. Plaza Santa Ana. Madrid
Calderón lo retrata como un hombre impulsivo, malhumorado, cojo  por la gota insoportable,  y muy malhablado. Salpica sus intervenciones con juramentos y maldiciones continuas (“Voto a Dios!”, “¡Juro a  Cristo!”, “esta pierna que el diablo me dio”, “Tan bien jura este como yo”, etc.). También tenía  fuerte sentido de la justicia, como nos lo representa Calderón de la Barca en” El alcalde de Zalamea”, donde  don Lope perdona y encomia a Pedro Crespo, el labrador que ha ajusticiado a un noble del regimiento del accitano que  ultrajó a la hija de don Pedro;   o en “Amar después de la muerte”, donde aparece otra vez don Lope, quien manda matar al capitán que cometiera “la hazaña más cobarde,  la gloria más infame” contra una morisca recién casada, en el contexto de la guerra de las Alpujarras.
Después de mil batallas, murió prematuramente en Monzón en 1585, cuando asistía a las Cortes de Aragón como representante del rey; y fue enterrado en el convento de San Francisco de Guadix, junto a su familia.

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