HISTORIETAS LOCALES, 4 José Aguilera López, Maestro de todos




En febrero de 1913, Hermenegildo Giner de los Ríos, hermano de don Francisco, y diputado del partido republicano por Barcelona, vino a la ciudad de Granada para celebrar el L aniversario de la proclamación de la I República. Al despedirse fue obsequiado en la estación de la avenida de Andaluces con la vieja espada de miliciano de don José Aguilera, a lo que el profesor y diputado respondió: "Cuando haya maestros que con el traje de miliciano enseñen a la juventud, habrá República. La espada entregada por usted, simboliza una Granada libre que triunfará siempre; quiera Dios que ese recuerdo haga resurgir una Granada nueva". Don Hermenegildo Giner de los Ríos era un ferviente defensor de la “enseñanza integral”, entendida como “sacar la Universidad de su sitio, para llevar la educación a los más apartados círculos de obreros, de gentes sin estudios ni carrera”.  ¿Quién fue don José Aguilera y por qué era admirado por el ilustre pedagogo? 



José Aguilera López fue un precursor de la enseñanza moderna. Nació en Guadix el 18 de septiembre de 1819 en una familia de labradores. Con Pedro Antonio de Alarcón, mantuvo siempre una afectuosa amistad, aunque la “fortuna veleidosa los separó más tarde, haciendo de Alarcón un genio y de Aguilera un humilde profesor de instrucción primaria”.
Primero se alistó en las milicias populares del general Espartero para luchar contra los carlistas. Abandonó el ejército, aunque guardó con orgullo su espada, y abrió  un Colegio de instrucción primaria  en la calle Cárcel Baja, con internado;  enseguida entendió la necesidad de  recuperar para la cultura a los jóvenes proletarios, por ello, en febrero de 1850, abrió una escuela nocturna  denominada “Colegio preparatorio para varias carreras”. En él, preparaba a los jóvenes  para  acceder a puestos oficiales y enseñaba a los obreros instrucción primaria; exigente y, a la vez, comprensivo  con la inconstancia y la apatía de muchos que no han querido o tenido valor para vencer las primeras dificultades”. A la vez, este incansable trabajador, impartía altruistamente clases nocturnas de instrucción y de caligrafía a las mujeres  en la Sociedad de Amigos del País,  en la calle Duquesa.
Después se trasladó al colegio del Albaicín en la calle Pilar Seco, 23 y al de  San Andrés, en  el número 117 de la calle Elvira. Allí fundó  El Fomento de las Artes, a imitación de la escuela de adultos homónima creada en Madrid por la Institución Libre de Enseñanza. Se trata de un proyecto que tiene como objetivo principal impartir clases a jóvenes mayores de diecisiete años para favorecer la promoción profesional y social de los trabajadores. La escuela se abría para los obreros  todas las tardes; y los domingos, de 11 a 2. Estaba prohibido el consumo del alcohol y el fundador pedía comprensión para los alumnos  que abandonaban, enalteciendo el esfuerzo que suponía para los más perseverantes. El entusiasmo de su creador congregó alrededor del centro a los intelectuales progresistas de Granada, a quienes se pedía una cuota de cincuenta céntimos mensuales, a la vez que los comprometía a impartir conferencias semanales, algunas de ellas de gran repercusión (sobre darwinismo, la educación de la mujer, la lectura, republicanismo, etc.) 

En febrero de 1898, La Ilustración del Profesorado Hispano-americano dedicaba un extenso artículo a glosar vida y obra del ilustre accitano. “Es José Aguilera un modelo perfecto de la hidalguía castellana y un acabado ejemplo del tesón español. [...], amigo del obrero y defensor de las clases desheredadas, ha prestado por sí solo, educando al jornalero y enseñándole sus derechos y deberes más beneficios a la causa de la libertad y de la civilización que muchos oradores furibundos en las asambleas revolucionarias.”

A su muerte, su alumno Francisco de Paula Villa-Real declaró que  fue un “Espíritu nacido para el bien; trabajador incansable; liberal sin exageraciones de secta; católico sin fanatismos; maestro el más entusiasta por la enseñanza, muere hoy dejando en los que tuvimos la dicha de ser sus discípulos un vacío inmenso en la vida, pero endulzado por el grato recuerdo de sus virtudes, y de sus condiciones personales, así como de los días hermosos de nuestra niñez, cuando en su casa aprendimos a vivir, a rezar y a ser españoles. […] Maestro de todos, ricos y pobres, hombres y mujeres, niños y adultos; que en su ferviente sed por la educación, no reparó nunca en sus clases ni en condiciones, sexo ni edad, y su palabra, su voluntad y su hermoso corazón, estuvieron en toda ocasión dispuestos, y al servicio de la enseñanza, que constituyó siempre el predilecto ideal de su trabajada existencia”.
El ayuntamiento de Granada apreció su dedicación a la educación popular erigiendo un túmulo en su sepultura del cementerio de San José. En Guadix no ha merecido ningún tipo de reconocimiento este llamado “apóstol laico”.

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