HISTORIETAS LOCALES, 6 Guadix y Pérez-Reverte: Matar en el río Fardes



Río Fardes en El Molinillo
La novela Falcó, de Arturo Pérez Reverte (Premio Nacional de Periodismo Pedro Antonio de Alarcón 2013), incluye un breve tránsito del protagonista por Guadix. La novela trata de cómo el gobierno de Franco envía en el mes de agosto de 1936 al agente Lorenzo Falcó desde Salamanca a Alicante con la misión de liberar a José Antonio. Tiene que pasar de una zona a otra precisamente por el Puerto de la Mora. Como es sabido, en Granada triunfó la rebelión militar el 19 de julio y a partir de entonces y hasta el final de la guerra quedó trazada la frontera con la España leal a la II República en el Puerto de la Mora.

En el capítulo quinto, titulado “Matar no es difícil”, se describe, aunque de forma un poco imprecisa (o yo no he sabido ubicar bien el texto),  cómo el espía pasa a las líneas enemigas por el río Fardes.
Se nos dice que cruza, una rambla que precede al río Darro, en Huétor Santillán suponemos, y dos horas después,  cuando ya cree que se encuentra en zona nacional, se tropieza en un puente a dos centinelas republicanos, a quienes liquida. Sin duda se trata del río Fardes a su paso por El Molinillo. Todavía podemos ver restos de trincheras, casamatas y parapetos en el cerro de los Dientes de la Vieja y el Cerro del Calabozo.
Después, Lorenzo Falcó, con identidad falsa, como “el cabo Rafael Frías Sánchez, soltero, hijo de Andrés y de Marcela, nacido en Guadix, domiciliado en Cartagena”, se dirige, campo a través, para no ser descubierto, directamente a la estación de Guadix, donde coge el tren que le lleva a Murcia.
Reproducimos la parte de la novela referida a estos hechos:
Parapeto en  Diezma

“También era necesaria paciencia. Mucha. Para matar o para no hacerlo. Desde hacía un buen rato, Falcó permanecía inmóvil, agazapado junto al pilar del puente. La luna, que estaba en cuarto creciente, iluminaba entre nubes la rambla cubierta de cañaverales y la pendiente que llevaba al otro lado, donde la carretera continuaba hacia Guadix. Sobre su cabeza, a unos diez metros, dos hombres fumaban y conversaban. Desde abajo podía ver sus siluetas y las brasas de sus cigarrillos en la oscuridad, allí donde acababa el pretil de piedra. Un poco más lejos se advertían el tejado de una garita y las formas oscuras de unos sacos terreros.
Había sido un error. Después de dejar atrás las trincheras nacionales por la zona de Guadix, desde donde pudo infiltrarse sin llamar la atención, Falcó había vadeado el río Darro y caminado toda la noche por el lado derecho de la carretera, alejándose de ésta pero sin perderla nunca de vista.
Faltaban dos horas para el alba cuando, creyéndose lejos de las líneas de vanguardia republicanas, se había acercado a la carretera, encontrándose allí con el puente y el control militar inesperado. Casi se había dado de bruces con los centinelas. Por lo que podía ver y escuchar, eran dos hombres. Su acento sonaba local, de aquella zona de Granada. Hablaban de cosas banales, del frío, de la guerra, de la cosecha perdida ese otoño y del tiempo que faltaba para que fueran relevados. Tal vez habría sido relativamente fácil subir con cautela y matarlos, pero Falcó prefería ser paciente. Algo podía salir mal, y de todas formas aún le quedaba tiempo. (…)

Tenía previsto seguir la carretera hasta Guadix, y allí tomar el tren de vía estrecha de la antigua línea Granada-Murcia, que pese al tramo cortado por la guerra seguía funcionando a partir de ese punto. Una vez se alejara un poco más del frente podría caminar por la carretera misma, y con suerte algún camión o coche de paso lo llevaría hasta Guadix si el conductor mostraba buena voluntad. Al fin y al cabo, según sus documentos con foto y sellos oficiales incluidos, Lorenzo Falcó era ahora el cabo artillero republicano Rafael Frías Sánchez, destinado en una batería de defensa aérea de Cartagena, que viajaba para incorporarse a su unidad.”

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