HISTORIETAS LOCALES, 8 EL POLLO DE GUADIX: EL GIGOLO ACCITANO


José Ochoa fue un delincuente muy popular en su época. Su biografía tiene todos los ingredientes de una novela o una película de intriga.  Llevaba una doble vida, era seductor, cínico, temerario, burlón y culto. Un gigolo. Sus hazañas saltaron a la prensa entre 1900 y 1910. No habrá habido otro accitano más gamberro y simpático que él.
Según sus propias declaraciones había nacido en Guadix, el 30 de noviembre de 1880. Su padre tenía una fragua donde fabricaba cuchillos en la Plaza de Cuchilleros, en la que José trabajó de niño; por eso era conocido en su infancia como "Pepe el del fuelle". A los doce años dejó su hogar, harto de recibir palizas de su padre, y se dedicó a pequeños hurtos para sobrevivir.

Saltó a la fama cuando estando detenido  consiguió burlar al propio gobernador de Madrid, don Santiago Liniers, al que pidió personalmente licencia para asistir a los últimos días de su progenitor. El bondadoso gobernador no solamente se lo concedió, sino que también le dio  dinero (cinco duros) para costear lo necesario para el viaje.  En Alcázar de San Juan burló a los guardias civiles que lo vigilaban y se escapó.  Entonces era conocido como “El Compare de Guadix” o “EL Cabezón”.
En compañía de su pareja, la muy atractiva Juana Campos, alias "Silveria Campillos", continuó sus hazañas en Barcelona, haciéndose pasar  por experto chauffer y aviador deportivo  “y en general en todos los deportes modernos”. Se ganaban la confianza de jóvenes adinerados, especialmente extranjeros, y luego les robaban.  Entonces empieza a ser conocido como “El pollo de Guadix”.
Ampliaron sus operaciones a lugares cosmopolitas de ambos hemisferios como Spa, Biarritz, la Costa Azul, Florencia, Montecarlo o incluso El Cairo, en donde timaron a aristócratas como a la duquesa de Alba o lady Bonn, a quienes robaron joyas por valor de 250.000 francos. A otra aristócrata de Baden-Baden la pareja engañó y se apropió de “un collar de perlas valuado en 80.000 duros”. Especialmente temerarios fueron los robos en Saint Moritz y Lannes.
En París compraron una lujosa residencia de seis pisos que convirtieron en hotel y en la que a menudo desvalijaban a sus huéspedes. Cuando la policía les pisaba los talones pudieron escapar y permanecieron en situación  de desaparecidos hasta que los gendarmes Benoit y Gerbes los localizaron en Milán en 1912; se hospedaron en el mismo hotel que los sospechosos, “en el hotel más lujoso de la población”,  espiaron sus actuaciones (ella distraía a las víctimas, aprovechando su poder seductor, mientras él desvalijaba sus habitaciones armado con una ganzúa  articulada fabricada por el accitano y “una linterna sorda”(¿?) y los denunciaron a los cuestores italianos, quienes los detuvieron cuando se disponían a tomar el tren a Florencia. Él fue condenado a un año de prisión y ella a tres meses, pero salieron antes en libertad. Entonces se pierde su pista, aunque seguro que continuaron sus artimañas.
Reconoce El Imparcial de 8 de mayo de 1910 que “Entre los ladrones internacionales, Ochoa es considerado como el rey de las ratas”.
La última noticia que tenemos de él es del 16 de octubre de 1923, al ser detenido en París, en la calle Rivoli, acusado de robar 300.000 francos en la habitación de un hotel de los Campos Elíseos.



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